Cuando el amor llama, obedezcan su llamado, aunque el camino
sea duro y difícil.
Cuando sus alas se abran,
entréguense a él aunque la espada allí escondida termine causando heridas.
Y cuando el amor diga algo crean
en el aunque su voz destruya sus sueños como el viento del norte devasta los
jardines.
Porque el amor glorifica y
crucifica. Hace crecer las ramas, y las poda. Atormenta a los hombres, hasta
que están flexibles y dóciles. Los quema en fuego divino, para que puedan
convertirse en un pan sagrado que será consumido en el banquete del universo.
Sin embargo si tienen miedo, y
del amor no quieren encontrar más que la paz y el placer, más les vale
apartarse de su puerta y buscar otro
mundo donde puedan reír sin toda la alegría, y llorar sin derramar todas las lágrimas.
El amor no da nada y no quiere
nada, más allá de sí mismo. El amor no posee ni puede ser poseído, pues el solo
se basta.
Y no intenten dirigir su curso:
si el amor encuentra que son dignos, ellos dirigirá hasta donde deban llegar.
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